A propósito del Plan de Integral para
la recuperación del Monte Naranco que se pretende poner en
marcha, parece oportuno recordar la enorme actividad minera
que soportó la orografía más singular de Oviedo.
El Naranco, o La Cuesta como decimos los ovetenses, ha sido
objeto de interés minero, al menos, desde el siglo XVII. Así,
el 13 de mayo de 1637 se expidió una cédula de S.M.
concediendo licencia a los capitanes Jorge Ferrás de Vega y
Alonso Balbín para «beneficiar dos minas de plata, plomo,
cobre y otros metales; la una en término de la ciudad de
Oviedo, en la partida que llaman la cuesta de Naranco, ácia el
lugar de Fitoria». Es notorio que estas antiguas denuncias
eran excesivamente pretenciosas pues incluían más sustancias
de las existentes.
Se beneficiaron yacimientos de hierro y carbón, mediante
minería subterránea, y calizas y dolomías a cielo abierto. Son
evidentes los daños medioambientales ocasionados por las
operaciones desarrolladas, quedando su impronta esparcida por
el entorno.
Yacimientos de hierro
El ingeniero jefe de minas Andrés Pérez Moreno señalaba, en
1856, que el hierro utilizado en las fábricas de Trubia y
Mieres procedía fundamentalmente de las explotaciones de
Castañedo, Naranco y Grandota. En idéntico sentido se
expresaba José Centeno en 1866, indicando que la mayor parte
de los minerales de hierro que se empleaban en la fábrica
siderometalúrgica de Mieres «llegan de diferentes puntos
componiendo la mayor cantidad los procedentes de las
inmediaciones de Oviedo, en la cuesta de Naranco».
Una vez proclamada la Primera República (1874), se paralizan
las fábricas del País Vasco debido a la coyuntura
revolucionaria imperante, lo que potenció a los altos hornos
asturianos con el subsiguiente incremento en el tonelaje
extraído de las minas de hierro. Pocos años más tarde (1879)
se alcanzaron altas cotas de producción siderúrgica y tuvo
lugar la creación de la empresa «Fábrica de Mieres, S.A.», la
cual impulsó el desarrollo minero de la zona al adquirir
materia prima para sus hornos.
El naturalista Máximo Fuertes Acevedo también relató (1884) la
existencia de hierro en El Naranco y su uso como amuleto para
ahuyentar a los ladrones y favorecer el parto. De aquí, según
algunos, el nombre de «Piedra de Águila» con el que se
conocía, pues se suponía que estas aves llevaban trozos del
mineral a sus nidos para facilitar la puesta de los huevos.
Las concesiones mineras, registradas desde 1858 hasta 1907,
poseían denominaciones tales como: La Condesa, Olvidada,
Antonita, Marciala, Pastora, Despierta, Salvadora, Atalaya,
Jabonera y Tonita; alguna de ellas no caducó hasta 1968. Como
hecho anecdótico cabe señalar que determinadas denuncias
alcanzaban las inmediaciones de los monumentos prerrománicos.
La mineralización del Naranco está relacionada con
determinados niveles enriquecidos en hierro que se encuentran
dentro de la formación devónica de las «Areniscas del Naranco».
El mineral se presenta fundamentalmente en forma de hematites
y se concentra en dos capas apodadas «Piquete» y «Naranco».
Existieron dos grupos mineros, uno próximo a Villapérez (o
Villaperi) y otro en la ladera meridional del monte Naranco,
al oeste del pico Paisano.
Grupo Villapérez: A pesar de que ya existían denuncias mineras
en 1858 (tal como recoge el Boletín Oficial de Oviedo), su
explotación formal no comenzó hasta 1879 y se abandonó hacia
1907.
El sistema de laboreo fue descrito minuciosamente por Adaro y
Junquera (1916): «tajos ascendentes seguidos de relleno, que
descendía por sí, pues la capa conservaba una posición próxima
a la vertical, con ligera inclinación norte o sur, que
coincidía con depresiones de terreno». Actualmente, aún pueden
reconocerse algunos vestigios de los vetustos criaderos,
destacando una bocamina de mampostería en la zona de Gamonedo
o Celedonio (LA NUEVA ESPAÑA de 2 de junio de 2004 reproduce
una foto de la misma), testigo indeleble de la historia minera
acaecida en el Naranco.
Grupo Naranco: Aunque coetáneo con el anterior, su producción
fue menos vigorosa en los inicios, y no es hasta los albores
de la pasada centuria (1902) cuando se impulsó su beneficio,
cesando la explotación intensiva en 1916. Situado en el
entorno del Pevidal-Fuente los Pastores, la mineralización
encaja también entre areniscas y pizarras de la formación «Naranco».
La capa que fundamentalmente se minaba, denominada «Naranco»,
sobrepasaba el metro de espesor.
Igualmente, Adaro y Junquera relataron con todo detalle el
laboreo seguido: «En la ladera sur del Naranco se abrió un
socavón de 190 metros, a 280 metros sobre Oviedo, siguiendo
por la capa «Naranco» dos galerías de dirección, una al sur,
que, con una longitud de 1.000 metros, salió a la superficie
por la ladera norte del Naranco, en la cañada del Pevidal, y
otra hacia el noroeste, que tiene un recorrido de 186 metros.
Estos campos de labor se dividieron: el primero en tres pisos,
con una altura media de unos 30 metros, por medio de dos
galerías que a los 600 y 300 metros, respectivamente, salieron
también a la superficie en la ladera norte, y el segundo en
dos tramos, cuya galería intermedia tiene ya 300 metros de
longitud [...]. El sistema de explotación que se sigue es
variable, en consonancia con la disposición de la capa: por
tajos ascendentes, con relleno, cuando está derecha, y por
huecos y pilares, sin relleno, abandonando los pilares, cuando
se acuesta.
Para facilitar el transporte del mineral de ambos grupos se
construyó un ferrocarril desde la zona de Villapérez
-ubicación de la explotación principal- hasta la zona de San
Pedro de los Arcos. Cuando a fines de 1878 llegó al
Ayuntamiento la petición de permiso para construir el citado
tren, fue recibida con recelo y preocupación ante el temor de
que el trazado propuesto pudiese dañar la traída de agua de
Fitoria.
El ferrocarril minero de el Naranco fue inaugurado el 1 de
febrero de 1880, con un trazado casi coincidente con la actual
«pista finlandesa». Comenzaba cerca de la actual cantera de
caliza de Orgaleyu (zona de Gamonedo) y finalizaba en un
cargadero próximo a la actual estación ovetense. Ya a
principios de siglo se realizó un plano inclinado (conocido
por los carbayones como «El Plano») que comunicaba la vía
férrea del Grupo Villapérez con el del «Naranco».
Manuel Gutiérrez Claverol es doctor en Geología y profesor de
la Universidad de Oviedo.
Hace dos semanas responsables del Ayuntamiento y del
Principado apostaban por la necesidad y urgencia de impulsar
un plan de recuperación integral para el Naranco. El geólogo
Manuel Gutiérrez Claverol inicia con este artículo una serie
de tres sobre la actividad minera desarrollada desde hace 5
siglos en el monte ovetense. |